Medina González, P., Mancilla Solorza, E., 2014. Evolución de la
locomoción bípeda humana: el nivel socioeconómico como factor ambiental.
Antropo, 32, 15-24. www.didac.ehu.es/antropo
Evolución de la locomoción bípeda humana: el
nivel socioeconómico como factor ambiental
Human bipedal locomotion
evolution: socioeconomic status as environment factor
Paul Medina
González, Eladio Mancilla Solorza
Académico
Departamento de Kinesiología, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad
Católica del Maule - Chile. Av. San Miguel N°
3605.
Profesor Paul
Medina González: Correo electrónico: pmedina@ucm.cl
Palabras clave: evolución de la marcha
humana; ambiente; nivel socioeconómico; movimiento; envejecimiento
Keywords: human gait evolution; environment; socioeconomic status; movement;
aging
Resumen
El origen del
bipedalismo constituye una de las principales líneas de investigación para las
ciencias que tienen como objeto de estudio al ser humano, al respecto, para
conocer su presente y proyectar su futuro es necesario descubrir el pasado. La
locomoción bípeda como hito motor filogenético y ontogenético se relaciona con
la evolución cultural y cognitiva, además de ser un indicador de funcionalidad,
esta evolución y desarrollo motor es ambiente dependiente, por tanto, la
caracterización del movimiento debe considerar el impacto de factores
pertinentes al periodo histórico en el cual se desarrolla. Es por esto, que el
presente trabajo busca resaltar la locomoción bípeda humana desde una mirada
evolutiva, considerando al ambiente como un regulador fundamental de ésta y
extrapolando su relación hacia el ciclo vital del ser humano, su proceso de
envejecimiento y carga socioeconómica.
Abstract
The
bipedalism origin is one of the main lines of research for science whose object
of study the human being, in this respect, for their present and plan for the
future is necessary to discover the past. The bipedal locomotion as
phylogenetic and ontogenetic motor milestone relates to cultural and cognitive
evolution, as well as being an indicator of functionality, this evolution and motor development is dependent
on the environment, therefore, the movement characterization must be consider
the impact of relevant factors historical period in which it develops. For this
reason, the present work aims will highlight human bipedal locomotion from an
evolutionary look, considering the environment as a key regulator and
extrapolating this relationship to the life cycle of the human being, the
process of aging and socioeconomic burden.
Introducción
El estudio de la
evolución de la postura y locomoción bípeda ha cobrado relevancia para la
comprensión de los mecanismos que desde una perspectiva biológica y conductual,
junto a interacciones con el ambiente, ayudarían a explicar el origen del
hombre (Lovejoy 1981, Wood 1992). Se sabe que la adquisición de la postura
bípeda fue crucial en la manifestación de aspectos sociales, reproductivos,
alimentarios y culturales, ya que se liberaron las manos y se logró un
desplazamiento fisiológicamente eficiente en comparación a la cuadrupedia
(Crompton et al., 2008). El desarrollo de los patrones de marcha durante el
ciclo vital del ser humano está claramente definido, es así como antes del año
post natal se logra ejecutar de manera independiente con esquemas motores
característicos, los cuales evolucionan ontogénicamente (Hausdorf et al., 1999)
teniendo cierta correspondencia directa con la filogenia hasta la etapa adulta
temprana. Posterior a esto, durante el proceso de envejecimiento se
desencadenan alteraciones en la expresión y variabilidad de estos patrones
espaciotemporales de marcha, provocando alteraciones en dimensiones del
movimiento avanzadas (Allen 2007), expresión de indicadores de fragilidad dados
por la disminución de velocidad y riesgo de caídas (Fried et al., 2001; Fritz y
Lusardi, 2009), lo que se traduce en limitaciones funcionales y pérdida del
estado de salud. En este escenario, y dadas las consecuencias dependientes de
su ejecución hábil y eficiente, se puede considerar a la marcha como un
elemento central del desarrollo humano. Consecuentemente, la expresión efectiva
de locomoción bípeda, considera para su ejecución el aporte de diferentes
características al servicio del movimiento, las cuales se han definido como
atributos específicos, que requieren de aportes fisiológicos, mecánicos y
actitudinales que otorgan especificidad para cualificar o cuantificar este acto
motor, además de complejidad al momento de ser un traductor del comportamiento.
Se ha documentado que el
ambiente tendría influencia sobre la expresión de movimiento, al respecto,
existen trabajos que relacionan de manera inversa y significativa aspectos
ecológicos pertinentes al hombre contemporáneo tales como nivel de ingresos y
cultura, junto con la manifestación de limitaciones funcionales (Koster et al.,
2005; Nilsson et al., 2011). En este contexto, Chile es un ejemplo de
inequidades sociales y económicas, lo que se traduce en menores niveles de
salud en los quintiles más bajos de la población (Fundación para la
superación de la Pobreza 2009). Además esta brecha se potencia con el
envejecimiento encontrándose mayores tasas de discapacidad para niveles
socioeconómicos bajos (Olivares-Tirado 2006). En este escenario, el propósito
de la presente investigación, es entregar el estado del arte de los aspectos
filogenéticos y ontogenéticos de la locomoción bípeda y analizar el impacto que
tendría el contexto social sobre los atributos que determinan este hito motor
de funcionalidad humana.
Filogenia de la locomoción bípeda
Durante los últimos
cincuenta años, el estudio del origen del hombre ha recibido particular
atención, al respecto, los modelos de investigación entregan información de
manera indirecta mediante el análisis de restos fósiles (Bennett
et al., 2009)
y el comportamiento de primates (Nakatsukasa 2004; Schmitt 2010). No obstante,
se plantea que existen cinco características adaptativas que separan al hombre
de los otros homínidos las cuales son: mayor tamaño del neo-córtex, reducción
de la dentición anterior con dominancia molar, cultura, comportamiento
reproductivo y sexual monógamo y bipedestación (Lovejoy 1981; Rebato et al., 2005),
considerada esta última como un evento fundamental, ya que en base a ella, se
desarrollarían las cuatro primeras adaptaciones declaradas.
Bajo este escenario
teórico, un evento clave en el proceso de evolución humana sería la adquisición
de postura bípeda con su correspondiente estado de locomoción, sin embargo,
este comportamiento no es exclusivo para el hombre, pues existen diferentes
tipos de bipedia que caracterizan la locomoción de otros primates, aves y
reptiles inclusive (Niemitz 2010). En este contexto se encuentra documentación
del Gibón, el cual se traslada habitualmente “suspendido” en los árboles con
postura bípeda, denominada “braquiación”. Del mismo modo, los grandes simios
como el Chimpancé Común (Pan troglodytes)
y el Chimpancé Bonobo (Pan paniscus) se
desplazan tanto en cuadrupedia como bipedia, predominando la cuadrúpeda (Thorpe
et al., 2007; Crompton et al., 2008). Las características de locomoción que distinguen
de otros mamíferos a la mayoría de los primates han sido asociadas directamente
con los requerimientos del ambiente, lo que se fundamenta en cambios que
provocaron diferenciaciones anatómicas y funcionales (Thorpe et al., 2007;
Lovejoy 2005 a,b,c). En este escenario, emerge con fuerza el estudio
comparativo de diferentes especies de primates, los que podrían entregar
elementos claves al momento de explicar los mecanismos evolutivos involucrados
en el desarrollo de la locomoción bípeda, desde las especies arborícolas hasta
el hombre moderno. Investigaciones con modelos animales han descrito el
comportamiento de patrones cinéticos y cinemáticos, que han entregado
información complementaria para comprender la evolución de la marcha humana (Hirasaki
et al., 2004; Ogihara et al., 2010). Complementando lo anterior, desde el punto
de vista metabólico, el costo de transporte basado en mediciones del ritmo de
producción de dióxido de carbono (CO2), muestra que la locomoción
bípeda de los Macacos japoneses (Macaca
fuscata) es menos eficiente que la cuadrúpeda (Hirasaki et al., 2004). Cabe
destacar, que este tipo de investigaciones también se ha desarrollado en
humanos en diferentes etapas del ciclo vital, ante lo cual las tendencias
cinemáticas y metabólicas de la locomoción bípeda, se relacionan a procesos de
evolución ontogénica favorable hacia la función del movimiento, durante los
primeros años de vida post natal (Hausdorf et al., 1999). Por su parte, la
etapa del ciclo vital que comprende el inicio del envejecimiento, se
caracteriza por una recapitulación inversa (Bohannon y Andrews 2011), es decir,
hacia la disfunción del movimiento, dada principalmente por la disminución de
la velocidad de marcha (Fritz et al., 2009) con un correspondiente aumento del
costo fisiológico que esta conlleva (Saibene y Minetti 2003). Investigaciones
basadas en registros fósiles demuestran que el bipedalismo es una adaptación
clave que tiene al menos seis millones de años, en este sentido, hasta la
década pasada se planteaba que los Australopithecus afarensis fueron los
primeros seres que bipedestaron (3.2 millones de años), siendo el hallazgo de
la denominada “Lucy” (A.L.288-1) clave para tal aseveración (Lovejoy 1981;
Lovejoy 1988; Wood 1992). Sin embargo, durante los últimos diez años han
cobrado relevancia las características del Ardipithecus
ramidis, cuya antigüedad data de aproximadamente seis millones de años y
estuvo adaptado a una bipedestación que se complementaba mayoritariamente por
desplazamiento arborícola, es así como su anatomía post craneal revela que
funcionalmente era capaz de realizar marcha vertical en suspensión (Lovejoy
2009). En este escenario, la morfología del pie entrega información relevante
para inferir patrones de movimiento, es así como se ha documentado que pudiese
ser una forma de explicación conformacional para la adquisición de bipedia
(Bennett et al., 2009; Rolian et al., 2009). A su vez, la huella plantar de
humanos muestra características de adaptación para la carga de peso en la
bipedestación, al respecto el ortejo mayor se encuentra en aducción máxima, el
calcáneo y la región tarsal es grande y robusta, existe un arco longitudinal
medial pronunciado y los pies son relativamente cortos, estas características
anatómicas entregan una función especializada, siendo relevante para una marcha
con temporalidades prolongadas (Bramble y Lieberman, 2004). En el Homo sapiens el patrón de distribución
para la descarga de peso es bastante regular y se caracteriza por presentar una
secuencia temporal la cual se inicia con el contacto del talón en el suelo,
esto es seguido por el contacto del borde lateral del pie y la cabeza de los
metatarsianos, trasladando la presión hacia el borde medial del pie para
culminar con la salida a nivel del ortejo mayor. Se ha documentado que en los
primeros homínidos que realizaban locomoción bípeda este patrón característico
tenía particularidades que se traducían en una marcha más costosa desde el punto
de vista mecánico y fisiológico (Richmond et al., 2001; Preuschoft
2004). Aquí el talón y la superficie lateral del pie contactan al mismo tiempo
durante el inicio del apoyo, luego el traslado del peso llega al ortejo mayor,
el cual está ampliamente abducido, lo que condiciona mecánicamente la
eficiencia de las fases de apoyo y propulsión (Rolian et al., 2009). Este marco
conceptual orienta la toma de decisiones hacia lo que es relevante medir y
analizar como atributo de marcha, considerando la cualificación y
cuantificación de parámetros témporo-espaciales y fisiológicos para contextos
ambientales, antropométricos y demográficos específicos.
Uno de los fundamentos más
difundidos en la literatura que intenta explicar la adquisición de la
locomoción bípeda se enfoca en los cambios anatómicos y funcionales a nivel de
la pelvis (Lovejoy 2005a). Sobre el tema, se han publicado investigaciones que
describen las ventajas mecánicas basadas en su variabilidad conformacional, que
a su vez condiciona la relación longitud-tensión muscular otorgando una función
con predominio estabilizador proximal. Considerando esto, las teorías que
explican la adquisición de marcha bípeda, coinciden en que esta característica
es un hito en la evolución y por tanto, es el gesto motor básico de
funcionalidad humana, la cual durante el ciclo vital está sujeta a cambios
dependientes del ambiente, lo que durante el proceso de envejecimiento cobra
relevancia pues es en esta etapa del ciclo vital en donde comienzan a
vislumbrarse déficits en diferentes áreas del movimiento, condicionando
negativamente la expresión de funcionalidad (Teixeira y Guariento, 2010). Los
marcos epistémicos disponibles convergen en la necesidad de caracterizar el movimiento y relacionarlo con la vida y la funcionalidad, es así como existe una íntima relación entre estos
tres dominios. En este escenario, dentro del paradigma de la Kinesiología, la
expresión de movimiento con intención se da en diferentes dimensiones de
complejidad interrelacionada (Medina et al., 2011: 47-48).
Se sabe que la compliance de la locomoción bípeda,
entendida como un comportamiento cinemático de predominio flexor en miembros
inferiores durante la fase de apoyo, difiere entre humanos y otros primates.
Estas diferencias siguen patrones que podrían explicar su evolución, al
respecto, se ha reportado que una menor compliance de marcha en humanos se
traduce en menores oscilaciones del centro de masa, alterando la expresión
cinética de la fuerza de reacción vertical (Schmitt 2003). Por tanto, se
aprecia que durante una marcha normal, la curva de la fuerza de reacción del
suelo exhibe dos puntos máximos, los cuales son mayores al peso corporal y se
explican por un patrón de fuerza característico de piernas rígidas (stiff-legged) en el cual la altura del
centro de masa es mayor durante la fase de apoyo medio y más baja en el doble
soporte (Niemitz 2010). Estos trabajos entregan información relevante a la hora
de encontrar explicaciones desde el punto de vista cinemático y cinético para
el patrón particular de marcha en humanos, además es necesario considerar que
estas adaptaciones se dan con cierta tendencia durante el proceso de ontogenia.
La locomoción del ser
humano se caracteriza una tendencia casi absoluta hacia la bipedia, la cual
desde el punto de vista funcional difiere de los otros homínidos en que tiene
la posibilidad de permanecer de pie durante un tiempo prolongado, además de
correr a distintas velocidades con diferentes costos metabólicos (Bramble y
Lieberman 2004). Desde el punto de vista morfológico, la bipedia humana se
acompaña de nuevos caracteres, los cuales tienen su fundamento en la evolución
funcional hacia condiciones óptimas estáticas y dinámicas. En este contexto, la
locomoción es una descripción genérica del desplazamiento de un lugar a otro
para gran parte de los seres que conforman el Reino Animal, la bipedia asociada
a ella no es exclusividad del hombre, ante esto, emerge la dificultad
conceptual para describir la locomoción en el ser humano, la cual puede tener
dos características principales: marcha y carrera (Saibene y Minetti 2003:
298). Por tanto, las particularidades de ésta dado por ciertos atributos tales
como el comportamiento cinético, cinemático, el costo fisiológico y la actitud
asociada a aspectos emocionales y culturales la definimos como marcha
confortable.
En este escenario,
existe información disponible que menciona adaptaciones anatómicas específicas
a nivel de rodilla, cadera, pelvis y columna como fundamentos para explicar la evolución
de la postura y marcha humana (Lovejoy 2005: a, b, c). Al respecto, la rodilla
en humanos disfruta de los beneficios de la larga historia de selección
natural, la cual condicionó positivamente su función en marcha y carrera habitualmente
bípeda. Dentro de las características evolutivas particulares se incluyen: a) una
posición distintiva de valgo durante la fase de apoyo, la cual es el origen más
probable de un efecto de fuerzas diferenciales que actúan sobre la placa de
crecimiento y el cartílago articular; b) un mecanismo genómicamente
especificado de retención patelar, otorgado mediante la elevación del labio
condilar lateral; c) cambio conformacional de ambos cóndilos femorales, lo que
permite dominancia tibial, reduciendo el estrés del cartílago en extensión
máxima y además modula la rotación externa tibial para la congruencia articular
durante la máxima extensión; d) prolongaciones anteriores de ambos cóndilos lo
que funcionalmente incrementa el brazo de palanca a nivel de patela, reduciendo
los requerimientos de fuerza para cuádriceps durante la extensión de rodilla.
Cabe destacar que los primeros tres mecanismos mencionados también se
desarrollaron en la locomoción bípeda del Australopithecus afarensis,
sin embargo, la aparición de la eficiencia mecánica para la contracción de
cuádriceps es exclusiva del Homo sapiens
(Lovejoy 2005c). La evolución a nivel de cadera contempla cambios en la
estructura cortico-trabecular del cuello femoral, al respecto, se ha
documentado una distribución especializada en humanos, lo que se podría
explicar por las características únicas del grupo muscular abductor, el cual
produce un gran componente de fuerza horizontal, que tiene la función de
controlar la inclinación de cadera durante la fase de apoyo monopodal en el
ciclo de marcha, es así como la distribución de la carga de peso sería la
explicación para este fenómeno (Lovejoy 2005b). Con respecto a la evolución de
columna, se plantea que uno de los primeros ajustes para alcanzar la
bipedestación habitual fue la mayor longitud en la zona lumbar, la cual
previamente era corta como mecanismo de adaptación para la vida preferentemente
arborícola. La característica distintiva de lordosis a nivel lumbar permite el
reposicionamiento del centro de masa de cabeza, brazos y tronco, los cuales se
ubican sobre los miembros inferiores completamente extendidos (Lovejoy 2005a).
El bipedalismo en
humanos se caracteriza en posición estática por un módulo de elasticidad bajo a
nivel de cadera y rodilla, del mismo modo la compliance articular o segmentaria
aumenta a medida que también aumenta la velocidad. En consecuencia, a
velocidades sobre 2,3 m/s comienza una fase de transición entre marcha y
carrera, la cual depende del almacenamiento de energía elástica a nivel del
tendón de Aquiles y la aponeurosis plantar (Saibene y Minetti, 2003). La
posibilidad de desarrollar trote o carrera, lo que contempla fases de vuelo, es
una característica típica del ser humano, en este sentido, se plantea que esta
estrategia motora tuvo su fundamento antropológico en las adaptaciones
dependientes del ambiente, las que contemplaban el ciclo de cazador-recolector,
durante el cual se realizaba marcha, trote y carrera por intervalos (Bramble y
Lieberman 2004; Rolian et al., 2009). El Homo
sapiens exhibe una gran variedad de especializaciones musculoesqueléticas
para el desarrollo de bipedalismo, considerando esto, la mayor parte de la
literatura, que involucra un análisis evolutivo de la bipedia y ciclos
energéticos, converge en establecer que la marcha bípeda humana es
energéticamente ventajosa en comparación al cuadrupedalismo primate (Aiello
y Wells, 2002). Al respecto, se estima que a una velocidad promedio de 4,5 Km/hora
(1,25 m/s) el bipedalismo humano es ligeramente más eficiente que el
cuadrupedalismo de mamíferos promedio. Es relevante complementar la información
con lo que se denomina el gasto energético diario, el cual depende tanto de
características morfológicas y funcionales (recorrido diario y masa corporal)
como de aspectos culturales y sociales. Los ciclos de actividad física
asociados al cazador-recolector, se relacionan íntimamente con la evolución de
la marcha bípeda, la cual podemos considerar como el hito motor tanto en la
filogenia como ontogenia humana, pues entrega los elementos básicos de función.
Sin embargo, este patrón depende de su utilización, considerando con esto el
conflicto implícito con la teoría “úsalo o piérdelo”, pues las limitaciones
funcionales en la sociedad actual son un problema epidemiológico importante, el
cual se fortalece con el descenso del consumo energético diario asociado a la
actividad física. Está reportado que el consumo energético diario para el
desarrollo de actividades cotidianas, así como las distancias de recorrido
diario han disminuido desde los primeros homínidos hasta el hombre actual
(Eaton y Eaton, 2003; OKeffe et al., 2010), esta tendencia es negativa,
considerando que el hombre ha evolucionado en base a adaptaciones del
movimiento en relación al ambiente.
Ontogenia de la marcha humana
Si se considera a la
ontogenia como la evolución durante el ciclo vital y además que la marcha es el
hito motor para la expresión de funcionalidad, es necesario establecer qué sucede
con los patrones de locomoción bípeda en humanos desde la adquisición de ésta,
aproximadamente al primer año postnatal, hasta su pérdida, lo que se traduce en
limitaciones funcionales durante el proceso de envejecimiento tardío. En este
escenario, la expresión de movimiento es relevante como traductor de este
fenómeno, ante lo cual se dispone de información completa en la literatura
acerca de las metodologías de medición de marcha así como datos de variabilidad
para distintas etapas ontogénicas del hombre (Hausdorf et al., 1999; Bohannon y
Andrews, 2011).
Cuando los niños
comienzan a caminar alrededor del año post natal, se aprecia un control
inmaduro de postura y marcha lo que se traduce en grandes fluctuaciones en la
longitud de la zancada y caídas frecuentes. Haudorff et al. 1999,
determinaron la dinámica de la maduración de la marcha mediante la medición de
la variabilidad temporal de la zancada en niños entre 3 y 14 años, el protocolo
de medición consistió en marcha confortable en 400 metros. Encontraron que a
medida que aumenta la edad, la variabilidad temporal de la zancada disminuye
(p<0,00001), de este modo los niños entre 3-4 años presentaban un
Coeficiente de Variación (%CV) de 6,1 ±0,5%, los niños entre 6-7 años
presentaban un CV=3,3±0,2%, mientras que aquellos entre 11-14 años obtuvieron
valores de CV=2,1 ±0,1%. Por su parte, Dini y David 2009, estudiaron parámetros
espacio-temporales de marcha en niños de 6 a 13 años asintomáticos y con
parálisis cerebral (PC), los resultados muestran que la longitud de la zancada,
velocidad y cadencia es mayor en los niños asintomáticos, mientras que los
tiempos de apoyo y balanceo son mayores en los niños con PC (p<0,05). Estos
estudios demuestran que la marcha presenta una evolución ontogénica en su expresión
espacio-temporal, además las disfunciones del movimiento afectan negativamente
estos patrones, lo que podría asociarse de manera directa o indirecta con la
recapitulación de la filogenia, al respecto se puede inferir que el proceso de
envejecimiento tendría efectos negativos sobre la expresión de marcha, por
tanto, recapitularía la filogenia de manera inversa (involución funcional).
La evolución humana ha
tenido impacto en sus características demográficas, en este contexto
Lovejoy 1982, en un artículo denominado “el origen del hombre”, plantea un
modelo mecánico de variables demográficas en homínidos, que establece una
relación directa entre el proceso de longevidad y la expresión de cuatro
periodos (gestación, nacimiento, dependencia infantil y madurez sexual), de
esto se desprende una tesis que intenta explicar el aumento de la esperanza de
vida y, por consiguiente, la manifestación del proceso de vejez. A su vez, el
envejecimiento se define como los cambios que experimenta un ser durante el
ciclo vital, se plantea que es un proceso que se inicia con la concepción y
continúa hasta que ocurre la muerte (Kirkwood 1997; Texeira y Guariento, 2010).
Además, durante la fase tardía de este período ocurre disminución progresiva de
la capacidad funcional y en consecuencia un descenso en la adaptabilidad ante
los cambios ambientales, ante esto, sale a la luz la relación inversa que
pudiese tener esta manifestación con el proceso de evolución filogenética, más
aún si nos percatamos que ambos son ambiente dependientes para su expresión.
Skoyles 2006 plantea la posibilidad de relacionar el balance, evolución del
bipedalismo y síndrome de desequilibrio en humanos, este nuevo modelo es
presentado en el contexto de encontrar la causa de los desórdenes del balance,
planteando que la adquisición de la marcha bípeda es un fenómeno relativamente
nuevo y por ende, el hombre se encuentra en pleno contexto de evolución. Esta
hipótesis resulta interesante pues implícitamente expone que la ontogenia y su
correspondiente expresión de funcionalidad recapitularían aspectos
filogenéticos.
Durante la ontogenia
humana, el tiempo y modo de formación estructural y funcional para la expresión
de marcha sufre cambios, los cuales guardan un correlato con el envejecimiento,
en este escenario, resulta interesante considerar que la variabilidad de los
patrones de marcha se corresponde con la evolución de los homínidos. Del mismo
modo, el proceso de involución ontogénica dada por el paso de los años
(aproximadamente desde los 30 años) considera pérdidas de funcionalidad
asociada a alteraciones de patrones espacio-temporales y costo fisiológico de
marcha (Bohannon y Andrews, 2011).
Contexto social y expresión de marcha
La realidad del hombre
es el resultado de la co-evolución de los sistemas culturales, socioeconómicos
y biológicos que cada población desarrolla de acuerdo al medio donde vive.
Durante el primer cuarto del siglo XX, los investigadores toman conciencia de
ampliar la visión, otorgándole una óptica ecológica con el fin de obtener una
mejor comprensión de los fenómenos humanos (Rebato et al., 2003). Sin embargo,
por definición la ecología humana ha pasado a ser un elemento de conflicto,
sobre todo considerando la validez interna de las investigaciones que derivan
de ella, este sentido ambicioso y amplio se debe delimitar a cada una de las
disciplinas que intenten, desde su perspectiva, explicar las relaciones del
hombre con su medio. Bajo este escenario, la pertinencia del experto en la
interpretación del movimiento parece relevante pues los patrones de éste
describen y condicionan aspectos de funcionalidad y salud (Grundy y Holt, 2001;
Rebato et al., 2003).
Existen cuatro
componentes estructurales y reguladores del ecosistema humano, a saber:
poblaciones humanas y medio geográfico, los que funcionan en base a ciclos de
energía nutritiva, y los medios biológicos y culturales, los que derivan del
ciclo de energía cultural (Rebato et
al., 2003), los cuales condicionarían a modo de factores tanto positivos como
negativos, su manifestación hacia función o disfunción de un contexto o acción
determinada, de este modo el movimiento estaría inmerso en un complejo continuo
interrelacionado, desde niveles moleculares hasta lo que es la sociedad (Cott
et al., 1995: 89). Cabe destacar, que estos componentes son transversales y
deben considerarse en cualquier mirada que intente explicar un fenómeno humano,
además están regulados por aspectos derivados a la accesibilidad tanto de
información como recursos económicos. Por tanto, los cuatro componentes
interactúan entre sí a través del intercambio continuo de energía vital y
cultural que mantiene al ser humano como unidad biológica y social, a su vez
existen dos superestructuras que modulan la cantidad y calidad de ambos tipos
de energía, los cuales son los recursos monetarios y la información. En tal
escenario, el considerar que los fenómenos humanos dependen de elementos que se
destacan por la desigualdad, al menos invita a la reflexión, ante esto, se
dispone de información específica para caracterizar el nivel socioeconómico
(NSE) de las poblaciones, considerando los recursos monetarios y la información
como factores (Grundy y Holt, 2001). Es así como se ha profundizado
específicamente el estudio ecológico de la población de adultos mayores (AM),
pues generalmente se encuentran inmersos durante todo su ciclo vital bajo los
mismos componentes estructurales, funcionales y reguladores de su ecosistema,
por tanto, expresarían estas diferencias con mayor amplitud. Desde el punto de
vista demográfico, se encuentran en un proceso de transición, aumentando
significativamente su población (Olivares-Tirado, 2006). En este contexto, se
plantea que las teorías que explican la relación entre NSE y estatus de salud
se enfocan esencialmente en tres mecanismos, los cuales desde una perspectiva
del movimiento y su análisis condicionarían su expresión: a) Materialismo, el
cual permite según el nivel de ingresos la accesibilidad a elementos básicos
tales como: vestimenta, alimentación, vivienda, seguridad y cuidados de salud;
b) Estilos de vida, los cuales se enfocan en la presencia de hábitos negativos
como consumo de tabaco, alcohol o dieta desequilibrada, además del acceso a
información y c) Factores psicosociales,
tales como empoderamiento, integración social, autonomía y roles. Estos
mecanismos tienen un impacto particular en la población de AM, pues durante
todo su ciclo vital la mayoría se encuentra inmersa en ellos. Grundy y Holt
2001, publican un estudio que considera una muestra representativa de 3543 AM
británicos para establecer cuáles pueden ser los criterios fundamentales de
evaluación para el NSE especifico de AM, los resultados sugieren que la
cantidad de bienes básicos OR=2 (IC95%=1,2-4,5) y nivel educacional
OR=2,5 (IC95%=1,5-3,5) son los mejores indicadores para determinar
el NSE particular de población AM británica. Cabe destacar que estos criterios
coinciden con los propuestos según la encuesta ADIMARK en Chile para determinar
el NSE de la población general.
Es indudable que la
mirada ecológica humana basada en el NSE llama poderosamente la atención, sobre
todo considerando que unidas explicarían fenómenos y comportamientos humanos.
En este contexto, la expresión de movimiento no está ajena y los patrones de
función física asociados a diferentes niveles de ingresos o accesos a
información han sido estudiados. Al respecto, Koster et al. 2005, publican los
resultados de un estudio de cohorte realizado en 3075 AM holandeses en los
cuales se determinó la incidencia de limitación funcional (entendida como
cualquier dificultad para caminar 400 metros o subir 10 peldaños de escalera)
según el NSE. Encontraron que existe una mayor incidencia de limitación
funcional, en los AM con menores ingresos anuales, nivel educacional y bienes
básicos. Complementando lo anterior, Nillson et al. 2011, estudiaron el inicio
de limitaciones en la movilidad asociado al efecto de las relaciones sociales y
posición socioeconómica. Para esto, analizaron los datos de un estudio poblacional
compuesto por 2839 AM daneses a los cuales se les realizó un seguimiento de
tres años y se determinó el nivel de movilidad mediante la aplicación de una
escala descriptiva de seis ítems (Mobility
Help Scale) que comprende actividades tales como: transferencias, marchas
en distintas condiciones ambientales y ascenso de escaleras. Encontraron que
los factores bajo nivel financiero [Hombres: OR=1,97 (IC95%=1,33-2,91),
Mujeres: OR=1,34 (IC95%=1,03-1,75)]; vivir solo [Hombres: OR=1,68
(IC95%=1,19-2,37), Mujeres: OR=1,19 (IC95%=0,93-1,52)]; y
la baja participación social [Hombres: OR=1,96 (IC95%=1,31-2,93),
Mujeres: OR=1,57 (IC95%=1,03-2,39)]; determinaban significativamente
el inicio de limitación en movilidad. Otros autores han incluido dentro de los
análisis del efecto del NSE sobre patrones de funcionalidad con una mirada más
específica, considerando además, el factor racial. Al respecto Thorpe et al.
2011, publican los resultados de un estudio longitudinal (seguimiento 5
años) realizado en 2969 AM de raza negra y blanca de Estados Unidos, en el cual
se determinó la declinación de movilidad mediante la aplicación de un
cuestionario y la velocidad de marcha. Ellos encontraron que existe una mayor
tasa de pérdida de movilidad en los AM de raza negra versus los blancos, cabe
destacar que los autores son cautelosos al momento de analizar estos resultados
pues esta asociación se podría explicar por la desigualdad socioeconómica
asociada al aspecto racial, además, desde el punto de vista de velocidad de
marcha, no se apreciaron diferencias estadísticamente significativas. En este
escenario, Chile es un ejemplo de inequidades sociales y económicas, lo que se
traduce en menores niveles de salud en los quintiles más bajos de la población
(Fundación para la superación de la Pobreza 2009). Complementando lo
anterior, esta brecha aumenta con el proceso de envejecimiento encontrándose mayores
tasas de discapacidad y dependencia funcional en los niveles socioeconómicos
bajos (Olivares-Tirado 2006). Cabe destacar, que la información disponible
proporciona puntos de análisis con un enfoque de medición predominantemente
cinemático hacia una explicación del comportamiento de marcha en relación al
ambiente, tampoco se dispone de información acerca del impacto en las áreas
fisiológica y psicológica, lo que podría ser interesante a la hora de
considerar que la medición del costo de marcha debería estar influida por los
ciclos de regulación nutricional y cultural dados por contextos de vestimenta, alimentación
y acceso a la información.
Si consideramos que el
movimiento condiciona la expresión de función (Cott et al., 1995; Allen 2007) y
a su vez la marcha es un hito motor relevante, podemos intuir que la limitación
funcional podría tener una asociación con atributos de marcha. Es así como algunos
autores intentan relacionar estas variables, Brunner et al. 2009, en el
contexto del estudio Whitehall,
evaluaron la relación entre la inequidad social y la velocidad de marcha para
AM de edad temprana, encontrando que la combinación de factores demográficos,
psicosociales y biológicos explican el 40% del efecto de inequidad social sobre
velocidad de marcha, la cual se relacionaba de manera directa y significativa.
No obstante, los esfuerzos de este estudio para valorar el efecto ecológico
sobre un patrón espacio-temporal de marcha, la metodología para evaluar la
expresión de movimiento es limitada no dando cuenta del marco conceptual
conocido además de las manifestaciones intrasujeto, que sin lugar a dudas
pueden complementar información pertinente al desempeño específico. Del mismo
modo, se ha intentado establecer específicamente cómo el NSE incide en patrones
de marcha en condiciones de disfunción neuromotora y diferencias geográficas,
Ebersbach et al. 2000, estudiaron el efecto de diferentes contextos
socioculturales para dos cohortes de sujetos sanos y con Enfermedad de
Parkinson (EP) pertenecientes a dos localidades de Alemania (rural y urbana).
Para esto se reclutaron 90 sujetos asintomáticos y 23 con EP, se midieron patrones
espacio-temporales tales como: velocidad, longitud y duración de la zancada,
encontraron que la velocidad de marcha de los sujetos evaluados era
significativamente mayor (p<0,001) para los habitantes urbanos (Berlín) que
para los rurales (Tyrol), estas diferencias se daban tanto en el contexto de
sujetos asintomáticos como con EP, por tanto, los autores concluyen que el
ambiente tiene un impacto en la expresión de parámetros espacio-temporales de
marcha. Cabe destacar, que la documentación pertinente a establecer el efecto
del NSE sobre los atributos de la marcha es escasa, así como las metodologías
para la obtención de datos concernientes a la expresión de movimiento son
dudosas, sin embargo, la importancia de evaluar estos aspectos está demarcada.
En consecuencia, la
adquisición de la postura y locomoción bípeda sería el hito fundamental de la
evolución del ser humano, esta manifestación motora y dependiente del ambiente
tiene una recapitulación durante el ciclo vital, la cual se condicionaría ante factores
ecológicos que regulan en este momento histórico el comportamiento humano, por
tanto, es razonable plantear la pregunta acerca de ¿cuál es el comportamiento
de atributos de la marcha humana según condicionantes culturales y económicas?
Responder esta pregunta, otorgaría mayor información acerca de cuál es nuestro
punto actual en la evolución y cuál sería nuestro siguiente paso, además de
profundizar el rol de los profesionales que trabajan con la función/disfunción
del movimiento para determinar si las desigualdades sociales condicionarían la
forma de moverse hábil y eficientemente.
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